La Voz de Croacia

13:42 / 20.12.2025.

Autor: Mariana Cámpera Bazán Mamic

Mensaje navideño del arzobispo de Zagreb

Arzobispo de Zagreb  Dražen Kutleša
Zagrebački nadbiskup Dražen Kutleša
Foto: HTV / HRT

El arzobispo de Zagreb, Dražen Kutleša, ha enviado un mensaje navideño en el que destaca que la Navidad no es solo un bonito y idílico recuerdo, sino que es “un acontecimiento vivo de la venida de Dios entre nosotros” para abrirnos el camino hacia un futuro que se construye sobre la verdad, la justicia, el amor y la libertad.

Transmitimos el mensaje navideño íntegro:


En el Año Jubilar, en el que recordamos con gratitud el 1100 aniversario del reino croata, sentimos aún más intensamente lo difícil que ha sido muchas veces el camino hacia la paz y lo caro que se ha pagado. Somos conscientes de que la paz verdadera y duradera no se puede alcanzar solo con buenos deseos y esfuerzos diplomáticos, sino mediante una conversión sincera del corazón y la renovación de las relaciones en nuestro pueblo y entre los pueblos del mundo.


La Navidad no es solo un bonito y idílico recuerdo, sino que es un acontecimiento vivo de la venida de Dios entre nosotros. “Él mismo corre a salvarnos” (Is 35, 4) y nos reconcilia con el Padre y entre nosotros, abriéndonos el camino hacia un futuro que se construye sobre la verdad, la justicia, el amor y la libertad.


Estas cuatro realidades, que el santo papa Juan XXIII estableció en la encíclica Pacem in terris como “pilares de la paz en la tierra”, no pertenecen solo a la doctrina social de la Iglesia, sino también a su anuncio evangélico y a su esencia espiritual más profunda. Sin verdad no hay confianza, sin justicia no hay paz, sin amor no hay comunión, sin libertad no hay dignidad de la persona. La Navidad es el momento en el que Dios nos llama a que estas palabras dejen de ser solo conceptos y se conviertan en el programa de nuestra vida y en el futuro renovado de Croacia.


1. Paz en la verdad

Los ángeles invocan la paz con su canto, pero la paz no puede construirse sobre la mentira, el olvido o la distorsión de la realidad. Su fundamento es la conciencia de la primacía de Dios en la historia y del propósito de la vida humana en la gozosa comunión con Él. El Dios que nace en Belén es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6), y esa verdad para nosotros significa, ante todo, reconocer que cada ser humano, sin excepción, ha sido creado a imagen de Dios y está llamado a la comunión eterna con Él. De esa fe brota un profundo respeto por toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, por cada persona independientemente de su pasado, creencias, nacionalidad o afiliación política. San Agustín nos enseña que la paz es la tranquilidad del orden, y que no puede haber orden sin aceptar la verdad sobre Dios y el hombre (cf. De civitate Dei, XIX, 13). En el Niño de Belén, Dios nos revela la plenitud de esa verdad.

Para la sociedad croata, vivir de acuerdo con la verdad también significa mirar valientemente la propia historia. Significa reconocer el bien que Dios ha obrado a través de nuestros antepasados, guardar con gratitud la memoria de quienes sacrificaron su vida por la libertad y la dignidad del pueblo. Pero la verdad también exige no temer reconocer heridas, injusticias y crímenes, especialmente contra los inocentes, sin importar de dónde provengan. La verdad no sirve para acusar, sino para liberar, conforme a la Palabra de Dios: “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Por eso, la Navidad es una invitación al pueblo croata a dejar de vivir de medias verdades y recuerdos parciales, y a buscar juntos, siguiendo a la Verdad encarnada, Jesucristo, la verdad completa que sana.

Necesitamos la verdad también en la vida cotidiana: en la familia, en la educación, en los medios de comunicación, en la política, en la Iglesia. Cuando los niños ven que sus padres viven de acuerdo con la verdad y no solo hablan de ella; cuando los medios sirven a la realidad y no a la sensacionalismo; cuando en el espacio público se argumenta en vez de insultar, entonces la verdad se convierte en el camino de la paz. Por ello, la Navidad nos invita a renunciar a las palabras baratas y hirientes, a los insultos y manipulaciones, y a ser personas que no temen decir y aceptar la verdad, pero siempre con espíritu evangélico.


2. Paz en la justicia

La paz sin justicia es una ilusión frágil. El Niño en el pesebre, un día vendrá como Juez de vivos y muertos. Ahora se nos ofrece como hermano y Salvador que desea que la justicia comience ya aquí, en la tierra, en nuestra sociedad y en todas las sociedades. La justicia significa dar a cada uno lo que le corresponde: a Dios, honor y adoración; al prójimo, respeto y una participación justa en los bienes; a uno mismo, una vida digna de hijos de Dios.

En la realidad croata, esto supone justicia en las relaciones laborales, oportunidades de empleo, un salario justo y regular, transparencia en la gestión de los bienes públicos, preocupación por los pobres, los desprotegidos, los enfermos, y el esfuerzo de que nadie quede al margen de la sociedad. No se puede celebrar verdaderamente la Navidad cerrando los ojos ante las familias que viven en la escasez, ante los jóvenes que se van a buscar su futuro en otros lugares porque no ven una oportunidad justa aquí, ante los ancianos abandonados a la soledad. La justicia exige estructuras, leyes e instituciones que protejan a los más débiles, no solo a los más ruidosos o poderosos.

En el Año Jubilar, que en la Sagrada Escritura siempre ha sido un tiempo de renovación de las relaciones justas (cf. Dt 25), estamos llamados a renovar el orden social para que nadie sea olvidado y la justicia no se quede solo en una palabra, sino que se convierta en un estilo de vida comunitaria.

La justicia es necesaria también para enfrentar las guerras y las ideologías del pasado. Hay muchas heridas que aún duelen: personas que no han recibido un entierro digno, crímenes no investigados, personas que aún esperan conocer la verdad sobre sus seres queridos. Es deber del Estado y de la sociedad, pero también de la conciencia creyente, procurar que cada persona reciba un recuerdo digno y, donde sea posible, un entierro conforme a la fe. Esto no es abrir viejas heridas, sino un acto de justicia y misericordia.

Sin esa justicia, la paz sigue siendo superficial y aparente. Con ella, crece la posibilidad de una verdadera reconciliación. La paz que deseamos para nuestro pueblo, para Europa y para todo el mundo no es solo la ausencia de conflictos, sino un orden de relaciones en el que se reconoce la verdad, se busca la justicia y se respeta la dignidad de cada persona.


3. Paz en el amor

La verdad y la justicia sin amor pueden volverse duras y frías. Por eso, el canto de los ángeles no se detiene solo en proclamar la paz, sino que sitúa esa paz en el corazón de la benevolencia de Dios hacia los hombres, “sus predilectos”. El amor es la razón por la que Dios se hace hombre. El amor es la razón de su cruz. El amor es la fuerza que derriba los muros de la enemistad.

La Navidad nos invita a redescubrir en la sociedad croata la belleza del amor que “no busca lo suyo” (1 Cor 13, 5). El amor comienza en la familia: en la escucha paciente, en el perdón, en la disposición a sacrificarse por el bien de quienes conviven con nosotros. Por eso, que esta Navidad sea un momento de gracia para dar pasos de reconciliación en las familias: para pronunciar palabras de perdón, para hacer una llamada telefónica a quien hemos dejado de tratar, para volver a abrir puertas que la debilidad humana cerró. Que estos pasos de reconciliación continúen en las parroquias y demás comunidades de fe, donde no nos dividimos por colores políticos, origen o estatus, sino que nos reconocemos como hermanos y hermanas alimentados por el mismo Pan de vida. El amor trasciende nuestras fronteras y nos lleva hacia quienes son diferentes, hacia los pobres, los migrantes, los marginados, hacia quienes se sienten excluidos y quizás nunca lleguen a la iglesia, pero pueden encontrar a Cristo a través de nuestra cercanía.

Es especialmente importante el amor en la manera en que nos comunicamos y tratamos unos a otros. En un tiempo en el que las palabras a menudo se convierten en armas, se nos invita a que la palabra sea medicina. El cristiano está llamado a evitar “alimentar” las divisiones con palabras hirientes, comentarios ofensivos y redes sociales convertidas en campos de batalla. El amor no significa ausencia de verdad, sino la manera en que decimos la verdad; no significa renunciar a la justicia, sino la manera en que buscamos la justicia. El amor hace que la verdad y la justicia no maten, sino que sanen.


4. Paz en la libertad

Dios no vino al mundo para esclavizarnos, sino para liberarnos de la esclavitud del pecado y del miedo. La libertad que engendra la paz no es la libertad de hacer lo que uno quiera, sino la capacidad de hacer el bien, desde dentro, desde un corazón puro y formado. Las palabras de la Sagrada Escritura: “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Cor 3, 17) pueden ser un mensaje navideño para todo creyente y para toda persona. El Papa Benedicto XVI recuerda que la libertad está indisolublemente unida a la verdad, porque solo el verdadero bien libera al ser humano (Homilía en la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2011). En el nacimiento de Cristo vemos la fuente de una libertad que sirve y construye, no que destruye. Cristo, con su encarnación, tomó la forma de Siervo, se hizo el más pequeño entre los pequeños, un Niño dependiente de los demás, para introducirnos en la libertad y la gloria de los hijos de Dios.

Después de más de tres décadas de independencia política de nuestra patria, entendemos bien que para la sociedad croata la libertad significa mucho más que independencia política. Significa libertad de conciencia, que no puede ser comprada por intereses ni acallada por presiones, así como la libertad de los creyentes de proclamar públicamente su fe y vivir según sus principios, respetando a los demás y buscando el bien común. La libertad también significa que los medios de comunicación sirvan a la verdad y no al poder arbitrario o al beneficio, que las familias puedan educar a sus hijos de acuerdo con sus propias convicciones, y que los jóvenes, acogidos en su propio país, no tengan que elegir entre la fe, la honestidad y el éxito.

La libertad está estrechamente ligada a la responsabilidad. No existe libertad cristiana sin responsabilidad por el bien común, por los más débiles, por las futuras generaciones. Por eso, la Navidad nos invita a renunciar a la mentalidad de espectadores pasivos cuyas consignas son: “Nada se puede cambiar”, “Todos son iguales”, “Que otros hagan lo suyo”. Somos libres en Cristo y, precisamente por eso, cada uno en su lugar puede cambiar el mundo con pequeños pasos: con un trabajo justo, con la educación cristiana de los hijos, desempeñando honradamente el servicio público, testimoniando valientemente la verdad en una sociedad que a veces teme a la verdad.


5. Llamado a la reconciliación

La paz en la tierra no comienza en las salas de conferencias, sino en el corazón de cada persona. Sin embargo, esa paz no se detiene allí, sino que se extiende a la sociedad, a las relaciones entre individuos, grupos y naciones, convirtiéndose así en reflejo de la paz de Dios. El pueblo croata lleva consigo una profunda experiencia de sufrimiento, guerras, injusticias, pero también una gran riqueza de fe, cultura y solidaridad. La Navidad es una invitación a permitir que Cristo, con su nacimiento, renueve todo aquello que en nosotros y entre nosotros ha sido dañado por el pecado y que nos ha robado la paz.

En nuestros hogares, esto significa concretamente tender la mano de la reconciliación a aquellos con quienes quizá llevamos años sin hablar. En la Iglesia, significa dejar de alimentar divisiones entre progresistas y conservadores, que están muy lejos de la imagen conciliar de la Iglesia; y en la sociedad, dejar de usar el pasado como arma constante en los enfrentamientos mutuos, y, con respeto a todas las víctimas, dejarlo en manos de la justicia divina y de la honradez humana. La reconciliación no borra las heridas, pero les da un nuevo significado. Se convierten en lugares donde la gloria de Dios se manifiesta como fuerza de perdón. El beato Alojzije Stepinac, quien permaneció firme en el amor y la verdad en tiempos difíciles, nos enseña que la fortaleza de la Iglesia siempre está en los corazones que no se dejan atrapar por el odio.

Un llamado especial a la construcción de la paz va dirigido a todos los que desempeñan funciones responsables: sean constructores de puentes, no de muros. Renuncien a la retórica fácil de la división. Abran espacio para un diálogo honesto, para la aceptación de la experiencia, para la escucha de voces diversas. No es debilidad, sino valentía buscar la reconciliación. La debilidad es construir la propia popularidad sobre viejas heridas del pueblo. La noche de Navidad nos recuerda que Dios elige la humildad, no la fuerza; la cercanía, no la dominación; el servicio, no la autopromoción.

Al final, la paz que la Iglesia invoca en todo el mundo en esta Navidad no es solo fruto de los esfuerzos humanos. Es, ante todo, un don. Dios lo concede en los sacramentos, en la Palabra, en la oración. Quien se abre a este don, gradualmente se convierte en instrumento de paz en su entorno. Por eso, la Iglesia en Croacia hace un llamado especial a los fieles para que se esfuercen más, de modo que esta Navidad no pase solo en celebraciones externas, sino en una confesión sincera, en oración perseverante y lectura de la Sagrada Escritura, en la renovada práctica de la Eucaristía dominical y en obras de misericordia hacia los necesitados.

Que cada encuentro con el Niño recién nacido en el pesebre nos ayude a comprender que Dios cuenta con nosotros. No con otros, lejanos y desconocidos, sino con nosotros, aquí y ahora. Cada acto de perdón, cada palabra de aliento, cada sacrificio hecho por amor da fruto que supera nuestras fuerzas. Con tales actos, de manera silenciosa y oculta, pero imparable, crece el Reino de Dios entre nosotros.

El Niño que yace en el pesebre de Belén es el mismo Cristo que entrega su vida en la cruz y que, en la resurrección, vence el pecado y la muerte. Solo Él puede dar la paz que el mundo no puede dar.

A todos los fieles, a todas las personas de buena voluntad en nuestra patria y en el mundo, les deseo que esta Navidad experimenten la paz que anuncian los ángeles: paz en el corazón, paz en la familia, paz en la sociedad, paz entre los pueblos. Que Dios nos conceda la gracia de vivir en la verdad, ser justos y amar con obras y verdad, y que, verdaderamente libres en Cristo, construyamos una sociedad digna del ser humano y agradable a Dios.

Que María, Madre de Dios y Reina de la Paz, junto con San José, el beato Alojzije Stepinac y todos los santos, interceda para que el pueblo croata sea un pueblo de reconciliación y esperanza, un pueblo abierto a la paz de Dios y dispuesto a compartir esa paz con los demás.

Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de vivir en la verdad, caminar en la justicia, hacer todo por amor y permanecer fieles a la libertad de los hijos de Dios, para que toda nuestra patria sea un espacio de reconciliación y nueva esperanza.

Que la Navidad sea feliz y bendecida para todos ustedes, llena de la silenciosa paz de Belén y de la alegría que brota del nacimiento del Salvador. Y que el nuevo año 2026 les colme de abundante gracia, luz y amor de Dios, ilumine cada hogar y llene cada corazón con la paz de Cristo", dice el mensaje navideño del arzobispo de Zagreb, Dražen Kutleša.

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